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La puerta la dirigió a un cuarto repleto de hachas, guadañas, machetes, tijeras para podar árboles y gabinetes con pesticidas y venenos. En un extremo de la pared había una pequeña y alargada ventana, que se convirtió en una salida y una esperanza de seguir con vida.
Tomó un machete y lo lanzó con fuerza a la ventana, los vidrios se esparcieron por todo el cuarto, se esforzó como nunca para alcanzar a sostenerse de la alta ventana, para subir y salir.
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