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- ¿A DONDÉ CREES QUE VAS? - gritó Alejandro desde el cuarto del que acaba de huir ella.
Los ojos de Vanesa se inundaron de lágrimas, el miedo la poseía, pero la adrenalina y el deseo de querer seguir viviendo la alentaban para continuar de pie. Estaba corriendo tan rápido como podía, pero de repente un fuerte dolor la golpeó en la pantorrilla y cayó de bruces al césped a pocos metros de llegar a las rejas que daban a una calle.
Alejandro le había disparado desde la ventana, con una pistola con silenciador. Ahora estaba saliendo de la ventana y se dirigía furioso empuñando el arma con decisión mortífera. Iba a morir no cabían dudas, pero ocurrió un milagro…
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